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Slaanesh, el Príncipe de los Excesos

Slaanesh es el dios mas joven de todos, el dios del placer y las tentaciones.

Es un dios hermafrodita, sin sexo, que puede asumir el papel que mas le convenga según el momento.

Los mortales necesitados de carisma y camaradería suelen caer en los brazos de Slaanesh, siempre buscando satisfacer los placeres mas decadentes y las emociones mas extremas.

Los humanos y otras razas en menor medida han creado cultos a alguno de estos dioses.

Cuando los cultistas y servidores realizan actos que los alimentan, los dioses aumentan en poder y los recompensan con algunos dones, poderes extraños y la inmortalidad potencial.

Cuando uno de estos seguidores muere, su alma pasa a formar parte de su dios.

El Libro de Slaanesh

Los corazones mortales albergan ocultos los más oscuros deseos y es en Slaanesh en quien estos deseos alcanzan su máxima expresión.

Toda cultura se autoimpone estándares y limitaciones: Slaanesh rompe todas esas barreras y sobrepasa todos los límites; se excede y se jacta de violar todos y cada uno de los esquemas formales de una sociedad civilizada.

Slaanesh es el más joven de los dioses del Caos; nació hace algo más de diez mil años, durante la Caída de los Eldar.

La sociedad Eldar se dio al hedonismo y a la lujuria, todo deseo se satisfacía al instante.

La propia naturaleza de los Eldars les hacía susceptibles de cometer excesos.

El punto álgido del climax de la sociedad eldar desencadenó un cataclismo que a punto estuvo de acabar con su raza.

En aquel instante nació Slaanesh; lo hizo con tal fuerza que el Ojo del Terror tomó forma a raíz de ello y las tormentas de disformidad que aislaban Terra se retiraron para ir a adorarlo.

Slaanesh susurra al oído del hombre de diversas maneras, pero siempre diciéndole lo que quiere oír. Muchos son los que desean la perfección, ya sea intelectual o física, y es Slaanesh el único que puede convertir esos deseos en realidad. El artista creará bellas obras cuya comprensión no estará al alcance del ser humano; el narcisista volverá loco con su apariencia a todo aquel que lo mire y el guerrero desarrollará una habilidad tal que sus estocadas matarán con delicadeza. El mundo es un torbellino de color para los seguidores de Slaanesh, de sonidos y sensaciones sin igual. No obstante, sus sentidos se acostumbran rápidamente a ello y pasan a necesitar unos niveles de estimulación desproporcionados para poder llevar hasta el extremo su percepción de las cosas.

Los seguidores de Slaanesh suelen hacer gala de su perfección física y aunque su interior está corrupto por la lascivia y el exceso, es cierto que su belleza exterior resulta irresistible. No obstante, las almas de los seguidores de Slaanesh también aullan de dolor, puesto que el precio que han de pagar es el mismo que se ha de pagar a cualquier dios del Caos: la condenación eterna.

Slaanesh puede adoptar la forma de una mujer, de un hombre o un aspecto hermafrodita. Tome la forma que tome, su perfección física es tal que no existe mortal que no sienta la necesitad perentoria de someterse a él. Slaanesh rivaliza con Khorne, a quien considera un bárbaro sin sofisticación alguna. Sin embargo, el Príncipe del Caos no tiene garantías para lanzar un reto a Khorne, aunque sabe que, si los seguidores de Khorne le veneraran, el sabor de la sangre que derraman les sería tan dulce que su sed por el icor de la vida sería aún mayor que la que sienten adorando a Khorne.

Los Hijos del Emperador
Durante incontables siglos, desde los antiguos tiempos de la Herejía de Horus, los corruptos Marines Espaciales de la Legión de los Hijos del Emperador han sido el azote de la Inquisición Imperial, pues propagan sus decadentes y aborrecibles costumbres por toda la galaxia como una plaga de inmoralidad. Los Inquisidores leales se entrenan durante décadas para mantenerse fríos como el acero ante las tentaciones de Slaanesh a fin de poder combatir su amenaza seductora, pero mortal, por el bien del orden imperial.

Lucius el Sempiterno
Hace milenios, Lucius era un Marine Espacial de la legión de los Hijos del Emperador y conquistaba la galaxia en nombre del Emperador junto a Fulgrim, su Primarca. Dirigía a los marines de asalto de manera tan formidable que Fulgrim le nombró comandante en jefe. Vivía para el arte de la guerra y lucía sus cicatrices con un orgullo tal que, con el tiempo, fue asociando el dolor con el placer.