Este soldado porta tatuada sobre el rostro la Araña de Necromunda, el símbolo distintivo de su pandilla que llevan todos y cada uno de los miembros del 8º. La armadura y el uniforme del 8º pertenecen al equipo estándar de los regimientos de Necromunda: un peto de armadura antifrag que cubre el pecho y los hombros y un uniforme de combate resistente. El casco que lleva este soldado es una variante del estándar entregado al regimiento durante su participación en las Guerras de Sytemus Dusk y cuenta con una linterna integral y un comunicador interescuadras de largo alcance. El regimiento iba a ser trasladado a una zona de guerra de poca importancia al terminar las Guerras Dusk, pero se les cambió de destino rápidamente al empezar la Decimotercera Cruzada Negra.
El 8º está formado por miembros del Clan Araña del complejo de la Colmena Palaciega del mundo colmena de Necromunda, famosos en todo el subsector de Necromunda por su ferocidad.
El Clan Araña es la pandilla dominante de los niveles inferiores de la Colmena Palaciega. Durante siglos ha recibido armamento del gobernador de la colmena a cambio de mantener las actividades criminales de las demás pandillas bajo control. Por eso a los Arañas se los considera como una unidad oficial de las Fuerzas de Defensa Planetaria de Necromunda y en muchas ocasiones se les ha pagado para combatir fuera de su planeta.
Cuando los Arañas entran en las filas de la Guardia, se organizan en pelotones formados por una pandilla entera y los oficiales son personas prominentes dentro del Clan Araña, respetadas y temidas por los pandilleros. Esta organización ha demostrado ser altamente efectiva, ya que los soldados vienen ya con experiencia en combate y en armamento.
La batalla de Deucalión
Los honores de batalla más famosos que ganó el 8º se debieron a su participación en la Batalla de Deucalión. El Primer Ejército del Señor de la Guerra Solon se había visto obligado a retroceder hasta el planeta Deucalión y él había tenido que ordenar evacuar a sus tropas. Todo el ejército (con al menos treinta regimientos en tres enormes divisiones) se había reunido donde los transportes de tropas superpesados estaban aterrizando para llevarlos con la flota que los esperaba en órbita. Mientras las tropas embarcaban en las naves, el enemigo consiguió atravesar las defensas del Señor de la Guerra y poner el campo de aterrizaje dentro del alcance de su artillería móvil y de sus cañones de asalto, de modo que, cuando aterrizó la última escuadrilla de naves de transporte, las bombas empezaron a caerles encima. Los Guardias no pudieron escapar al bombardeo y la primera oleada de proyectiles acabó con cientos de ellos. Entonces, el primero de los transportes de tropas recibió un impacto superficial de un proyectil antiaéreo que resultó ser demasiado grave y aquella nave de cien metros de altura se desplomó contra el suelo aplastando a todo un regimiento bajo ella antes de explotar y acabar con cientos de soldados más.
El panorama en el campo de aterrizaje era de un caos total y completo. En cuestión de minutos, prácticamente la mitad de las naves fueron destruidas y el índice de víctimas fue catastrófico, el más alto con diferencia que el ejército del Señor de la Guerra había sufrido nunca. Había que hacer algo y fue el Coronel Raevan Mortz del 8º el que consiguió que su regimiento pasara a la historia gracias a las decisiones que tomó aquel día.
Al ver que el Señor de la Guerra y sus propias tropas aún tenían que ser evacuadas, el Coronel Mortz ordenó al 8º avanzar contra el enemigo. Renunciando a toda esperanza de evacuación, las Arañas cargaron a través del humo acre y del polvo agitado creado por el bombardeo y desaparecieron de la vista. Al cabo de unos minutos, la potencia del bombardeo disminuyó y los últimos transportes superpesados pudieron aterrizar con relativa seguridad. El último transporte en abandonar Deucalión fue el del propio Señor de la Guerra Solon, quien, a pesar de las enérgicas protestas de sus oficiales, se arriesgó al máximo para dar al 8º una última oportunidad de escapar. Sin embargo, dado que los proyectiles iban cayendo cada vez más cerca, el Señor de la Guerra no tuvo más alternativa que ordenar el despegue de su transporte y abandonar a los Arañas muy a su pesar.