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Guerreros de Hierro

Los Guerreros de Hierro fueron el ariete de la Gran Cruzada, el ariete que golpeaba cada muralla irrompible de cada ciudadela inaccesible que se interponía entre el Emperador y su sueño de establecer el Imperio de la Humanidad. La sangre y el sudor derramados por los Guerreros de Hierro durante aquellos tiempos distantes se desperdició cuando se volvieron contra sus hermanos Marines Espaciales en Istvaan V, asegurándose así de que su nombre, antaño sinónimo de orgullo, pasara a ser sinónimo de traición y herejía.

Orígenes
Los Guerreros de Hierro son una Legión de la Primera Fundación formada cuando el Imperio todavía era joven y el Emperador caminaba entre los suyos. Al igual que el resto de Legiones, fueron creados tras la desaparición de los Primarcas. Aunque los Guerreros de Hierro no conocían a su Primarca, durante esos años lejanos adquirieron características comunes a él, sobre todo una empatía por la tecnología y una lógica fríamente eficaz, las cuales les resultaban muy útiles cuando era necesario efectuar algún cálculo, pero también los dejaban faltos de fe. Por desgracia para los Guerreros de Hierro, finalmente se enfrentaron a una situación que solo era posible superar con una fe inquebrantable.

Fue en Olimpia donde el Emperador encontró a Perturabo, el Primarca a cuya imagen y semejanza se habían moldeado los Guerreros de Hierro. Era lúgubre y melancólico, su mente era muy aguda, se había convertido en señor de la guerra del Tirano de Lochos y, como su Legión, era un experto ingeniero. Por un curioso giro de la fortuna, Perturabo había llegado a un punto en el que no podía aprender nada, salvo cuán grande era su superioridad.

Olimpia era, en aquellos días de hace diez mil años, un planeta abrupto y montañoso cuya población se concentraba en multitud de ciudades estado. La disponibilidad de minas de piedra y la disposición del terreno convertían el control de los pasos estratégicos y de los terrenos elevados en la clave de la seguridad militar.

El joven Perturabo fue descubierto trepando por los acantilados al pie de la ciudad estado de Lochos. Conscientes de que aquel no era un niño normal, los guardias de la ciudad lo llevaron ante Dammekos, el Tirano de Lochos. Intrigado por aquel oscuro y extraño niño, Dammekos lo crió en su casa como si se tratara de su propio hijo. Perturabo nunca confió en los olimpios y, aunque Dammekos dedicó mucho tiempo y muchos esfuerzos para ganarse la confianza y el afecto del chico, Perturabo no respondió nunca con muestras de cariño. Muchos dicen que era un joven frío; sin embargo, cuando uno considera que fue arrojado, solo, a un mundo extraño sin ninguna pista de cuáles eran sus auténticos orígenes o la razón de sus habilidades inusuales, tal vez puede comprenderse lo duro que debió de ser todo para él.

Cuando la Gran Cruzada llegó a Olimpia, Perturabo juró lealtad al Emperador y, como era costumbre entre los Primarcas, este le cedió el mando de una Legión de Marines Espaciales y designó Olimpia como el planeta natal de la Legión. El depuesto Tirano de Lochos pasó los últimos años de su vida intentando conseguir apoyos para reclamar Olimpia. Falló, pero no sin crear una sensación no consciente de inquietud que explotaría muchos años después.

No había tiempo que perder. Con la Gran Cruzada en pleno apogeo, Perturabo reclutó nuevos Guerreros de Hierro entre los olimpios y condujo una campaña relámpago contra el cercano mundo Roca de la Justicia y sus impíos Jueces Negros. Los nuevos reclutas sirvieron con eficiencia a la Legión y su triunfante regreso fue celebrado en el Fresco de Palímodes, que hoy en día solo conocemos gracias a fragmentos de algunas holograbaciones.

Los Guerreros de Hierro, liderados por Perturabo, eran unas devastadoras tropas de asedio. Como ingenieros expertos parcialmente entrenados por el Sacerdocio de Marte, se ganaron rápidamente una reputación impresionante. Pero, aunque los Guerreros de Hierro estaban decididos a servir a la Humanidad y a su Emperador, su especialización resultó ser una desgracia. La naturaleza de una guerra de asedio consiste en largos periodos de hastío y trabajo durísimo rotos por repentinas acciones de lucha sin cuartel de una brutalidad inimaginable. Ningún hombre, ni siquiera un Marine Espacial, puede resistir en el infierno eternamente, así que la fatiga de combate empezó a brutalizar a los Guerreros de Hierro. La costumbre dictaba que, cada vez que las líneas de asedio terminaban su labor, a los asediados solo se les podía dar dos opciones: rendirse o esperar una lucha sin cuartel. Con cada nueva campaña, los Guerreros de Hierro empezaron a preferir la segunda opción. La batalla representaba para estos Marines una pausa en su tediosa vida de trincheras.

Cuando la Cruzada avanzó, se establecieron muchas ciudadelas de los Guerreros de Hierro en los mundos liberados para garantizar una línea de comunicaciones segura. Resulta siniestramente irónico que el primer y último uso militar de estas ciudadelas lo hiciese Horus para adquirir suministros para sus fuerzas traidoras de camino hacia la Tierra. Se establecieron pequeñas guarniciones de Guerreros de Hierro en las nuevas fortificaciones. Mientras que Russ, Vulkan y Magnus se negaban a dividir sus fuerzas, Perturabo obedeció las órdenes imperiales con una amargura creciente. Los Guerreros de Hierro se estaban convirtiendo en una Legión formada por guarniciones dispersas en pequeños destacamentos por todo el Imperio. La famosa Fortaleza de Hierro de Delgas II, por ejemplo, estaba guardada por una guarnición de una sola escuadra de diez Guerreros de Hierro, a pesar de que la población estaba compuesta por ciento treinta millones de irritados habitantes. El resentimiento empezó a crecer entre las filas de la Legión y, particularmente, en el propio Perturabo.

El paso de los años y la destrucción dejada por la Herejía han impedido que exista cualquier indicio sobre el motivo por el que los Guerreros de Hierro fueron tratados con tal desdeño e indiferencia. Al descubrir finalmente la verdad de su existencia, Perturabo sintió, inicialmente, una devoción fanática por el Emperador y se preparó para cumplir las misiones que otros Primarcas rehuían. Los indiscutibles éxitos de los Guerreros de Hierro demostraron que eran tan «aptos», que se convirtieron en la elección automática cuando se trataba de una misión de asedio o de protección. Pero toda tropa necesita tiempo para descansar y reorganizarse si quiere estar en plenas condiciones. Es evidente que alguna autoridad decidió mantener a los Guerreros de Hierro en acción pese al daño que aquello les estaba ocasionando. Puede que el Emperador estuviese poniendo a prueba deliberadamente la fe de Perturabo; pero, dado que Horus, como Señor de la Guerra, tenía un control preciso sobre el funcionamiento de muchas campañas, lo más probable es que fuera él el responsable de esa situación. Cuando empezó la Herejía, quedó claro que Horus había llegado a «acuerdos» con otras Legiones. Por lo tanto, pese a que solo sean conjeturas, resulta perfectamente concebible que Horus pusiera en marcha ese plan para desgastar moralmente a los Guerreros de Hierro y hacerlos más maleables.

Por todos es sabido que Perturabo envidiaba a Rogal Dorn. Dada la conocida vanidad de Dorn, uno puede imaginarse con facilidad lo irritantes que debían de resultarle a Perturabo sus frecuentes relatos de las perfectas defensas que organizó en el Palacio del Emperador en la Tierra. Dorn provocaba este efecto en mucha gente, pero a Perturabo le afectaba sobremanera, pues cada acto de presunción era una herida abierta en su orgullo, una herida que un manipulador astuto sabría agrandar y aguijonear para provocar una respuesta concreta.

Sin duda alguna, es cierto que los demás Primarcas se mostraban distantes con Perturabo. Esto puede atribuirse a su genio técnico, que sobrepasaba, con mucho, el de cualquier otro Primarca. Perturabo podía rivalizar en conocimientos con cualquier Magus del Adeptus Mecánicus, ya fuera discutiendo sobre motores de disformidad como sobre macrocañones. Esto se refleja en la manera en que se registraron sus hazañas en las crónicas que nos han llegado de aquellos tiempos. En una famosa historia que describe la ocasión en que Leman Russ y Jaghatai Khan aniquilaron a los Orkos al mando del Señor de la Guerra Perro de la Guerra Masshogg, Perturabo figura solo como el «camarada» que calculó la manera óptima de atravesar las defensas orbitales bajas de Masshogg.

La Herejía
Fue en plena purificación de los Criaderos Hrud de Gugann cuando los problemas se pusieron de manifiesto. Fue Horus quien llevó a Perturabo la noticia de que Olimpia se había rebelado, de que Dammekos había muerto y de que la población, incitada por los demagogos, se había alzado en armas. Perturabo, por aquel entonces, ya estaba cansado de tener que demostrar su valor y, en aquel momento, tras todas sus batallas, pensar que su Legión era la única que había sido incapaz de proteger su propio hogar fue todo un mazazo para él. Horus tenía el sentido de la oportunidad.

Antes de partir, Horus le regaló a Perturabo el martillo Rompeforjas. Es posible que el arma sirviera como un instrumento para que las fuerzas del Caos manipularan al Primarca de los Guerreros de Hierro, aunque también es posible que una muestra de respeto semejante por parte de un líder como Horus hubiese sellado un pacto entre los dos.

Perturabo y sus Guerreros de Hierro reprimieron la rebelión en las calles pasando de una ciudad estado a la siguiente. Nadie era perdonado. Se trataba del principio de rendición o muerte y los Guerreros de Hierro se habían acostumbrado a proporcionar muerte. Perturabo contempló con frialdad cómo las igual de frías e inmóviles fortificaciones en las que su orgullo había crecido eran destruidas. Cuando finalizó la masacre, tras la muerte de cerca de cinco millones de civiles, Olimpia se vio reducida a la esclavitud.

Al ver arder las piras en la larga noche de Olimpia, los Guerreros de Hierro fueron dándose cuenta de la magnitud de sus actos: en un instante habían pasado de ser héroes de la humanidad (en el asalto de Hrud) a ser unos genocidas. Perturabo se sintió como un hombre que despierta tras una borrachera y encuentra sangre en sus manos y, pese a que solo recuerda a medias por qué sus manos están cubiertas de sangre, le atenaza un opresivo sentimiento de culpabilidad. Sabía que el Emperador nunca le perdonaría aquel crimen.

En ese terrible trance los Guerreros de Hierro recibieron noticias y nuevas órdenes. Las noticias habrían sido demoledoras en circunstancias normales; pero allí, oídas entre las ruinas que hedían a muerte, fueron apocalípticas. Los Lobos Espaciales de Russ habían atacado a los Mil Hijos de Magnus en Prospero. Horus se había convertido en un renegado junto con sus Hijos de Horus. Los Devoradores de Mundos de Angron y la Guardia de la Muerte de Mortarión también le apoyaban. Fulgrim y los Hijos del Emperador habían intentado razonar con Horus, pero, en lugar de ello, habían sido seducidos y se habían aliado con él. Ahora el universo entero excedía a los Guerreros de Hierro en locura. El arrepentimiento confuso de los Guerreros de Hierro dio paso al pensamiento de que, con el Imperio entero en llamas, sus excesos ahora eran irrelevantes.

Cumpliendo las órdenes que habían recibido, los Guerreros de Hierro se unieron a seis Legiones más para enfrentarse a Horus en Istvaan V.

Lo que sucedió en Istvaan V forma parte de la leyenda de la Herejía. Los Guerreros de Hierro se unieron a los Amos de la Noche, los Destructores de Mundos y la Legión Alfa para destruir a las tres Legiones leales que los acompañaban en aquella misión.

Después de Istvaan, los Guerreros de Hierro se descarriaron. Liberados al fin de sus misiones malditas, estaban poseídos por una energía terrible. En una docena de mundos, un Maestro Armero de los Guerreros de Hierro sustituyó a su auténtico gobernador y se estableció el pago de diezmos bajo la sombra de nuevos bastiones fortificados.

Un gran contingente de la Legión acompañó a Perturabo a la Tierra, donde este supervisó el asedio al Palacio del Emperador. Sus habilidades fueron inestimables y los Guerreros de Hierro hallaron un sublime placer en derruir los edificios del Imperio. El fin estaba cerca para los defensores cuando el Emperador se enfrentó a Horus en su barcaza de batalla y lo derrotó. Al igual que muchos seguidores de Horus, los Guerreros de Hierro huyeron al Ojo del Terror para fundar un nuevo planeta natal desde donde poder reflexionar sobre todo lo sucedido y preparar su venganza.

El resto de Guerreros de Hierro defendió su pequeño imperio centralizado en Olimpia, pero el planeta no era refugio suficiente para defenderse de la justicia de las Legiones leales. Los Puños Imperiales apoyaron a los Ultramarines en una campaña para liberar los mundos subyugados que duró décadas. Descubrieron que los Guerreros de Hierro eran como un gancho erizado de púas que, una vez clavado en una víctima, podía causar más daño si era retirado que si se dejaba en el interior de esta. La guarnición de Olimpia resistió dos años y acabó disparando toda su reserva de misiles al ver que la derrota era inevitable. Dejó su mundo natal abrasado, el cual, como el resto de mundos natales de las Legiones Traidoras, fue declarado Mondo Perdita.

Planeta natal
Al igual que las otras Legiones Traidoras, los Guerreros de Hierro buscaron un planeta en el Ojo del Terror y lo convirtieron en su nuevo planeta natal.

El conocimiento que se tiene de los mundos que hay en el Ojo del Terror es escaso, ya que el Reino del Caos raramente permanece igual durante demasiado tiempo. Medrengard es descrito habitualmente como un mundo convertido en una gigantesca fortaleza en la que todo rastro del planeta original se pierde bajo montañas de torres imposiblemente altas y cuyo núcleo está perforado por mazmorras inundadas de magma. Aunque esto pudiera ser plausible en el interior del Ojo del Terror, donde las leyes de la física no tienen cabida, está claro que las descripciones de fortificaciones similares en el espacio real, mucho más avanzadas todavía en diseño y construcción, no tienen ningún sentido. Muchas descripciones de estos mundos en el Ojo del Terror son fruto de las visiones de pesadilla más que de la observación directa; así que, en el caso de Medrengard, esto debe de ser lo que ocurre.

El Inquisidor Maul realizó un reconocimiento extenso del Ojo del Terror en el 38º Milenio. Aunque a su regreso se había vuelto loco, los mamparos interiores de su nave estaban cubiertos de inscripciones con la letra del Inquisidor, escritas con su propia sangre, que lo describían todo. Medrengard se describía como una lúgubre prisión en la que los esclavos trabajaban afanosamente y morían de agotamiento mientras otros izaban con cuerdas grandes naves del Caos hasta las cúpulas de las torres más altas, donde residían los Guerreros.

Doctrina de combate
Los Guerreros de Hierro siguen un método sencillo. Empiezan la batalla con un bombardeo sostenido para el que utilizan cualquier arma que tengan a su disposición. Esto es la base de un complejo plan de artillería en el que cada arma se apunta con el máximo cuidado hacia el objetivo óptimo para obtener la mayor eficacia. Siempre que sea posible, los Guerreros de Hierro se coordinarán con Legiones de Titanes Traidoras para añadir la potencia de fuego de estas a la suya, ya de por sí considerable. El bombardeo puede durar semanas, ya que a los Guerreros de Hierro raramente se les agota la munición. Utilizan su armamento con eficacia, en formaciones que avanzan para disparar y luego vuelven a redesplegarse antes de que llegue la réplica enemiga. A menudo, todo su ejército se desplaza lateralmente para poder disparar contra los puntos débiles del enemigo. El resultado es que los contraataques caen en las fauces de las armas de los Guerreros de Hierro.

Siempre que les resulta posible, utilizan las fortificaciones para reforzar su línea de batalla. La doctrina de los Guerreros de Hierro incluye el uso extensivo de fortificaciones para acabar con sus enemigos con el mínimo número de tropas posible. Esto mantiene el grueso del ejército fresco, disponible para los asaltos.

Cuando se ha abierto una brecha en las defensas del enemigo, esta es inicialmente tanteada por los veteranos y los infiltrados y, después, se mantiene abierta mediante el fuego artillero hasta que llega una fuerza de asalto.

Estas fuerzas de asalto se componen de soldados con armadura pesada que se mueven a gran velocidad y pueden pasar en un instante de un bombardeo incesante a un avance relámpago. Entonces, se procede a expandir las brechas en el ejército enemigo hasta que el defensor está totalmente desperdigado. En los momentos clave en los que resulta imprescindible capturar una posición, los Guerreros de Hierro adoptan una ferocidad glacial comparable a la de los Ángeles Sangrientos o a la de los Devoradores de Mundos, pero solo en el momento preciso y nunca durante más tiempo del necesario.

Una vez tienen al adversario a su merced, los Guerreros de Hierro se contentan con rodearlo y destruirlo a placer; y siempre prefieren que sean la munición y el rayo láser quienes hagan el trabajo por ellos.

Los Guerreros de Hierro son expertos zapadores, mineros e ingenieros que han desarrollado un formidable tren de asedio de equipo especializado a lo largo de los siglos. Esto incluye perforadoras de túneles como el Termita, el transporte Leviatán o las naves de asalto Garra, adaptadas especialmente para el desembarco planetario, así como un largo repertorio de artillería de diseño imperial. Este último es usado muy de vez en cuando y se ocupa de su mantenimiento y vigilancia la 1ª Compañía. Además, tienen un número indeterminado de cápsulas de asalto Corvus, que les permiten utilizar los Titanes de apoyo como torres de asedio. Los Guerreros de Hierro suelen recibir tan a menudo el apoyo de los Titanes, que algunos expertos imperiales afirman que son parte de la misma formación. Esta teoría no se acepta de manera generalizada, pero es un buen reflejo de la predilección de la Legión por el bombardeo pesado.

Organización
Los Guerreros de Hierro se organizan en función de una serie de Grandes Compañías, cada una comandada por un Maestro Armero. Originalmente, cada Gran Compañía tenía una organización similar y un tamaño aproximado de mil Marines, pero, actualmente, la variedad de tamaños es enorme. Los propios Maestros Armeros están extremadamente dotados para la ingeniería de combate y muchos mantienen en funcionamiento un gran contingente de esclavos mecánicos para que realicen el trabajo más rutinario.

Es difícil fijar el número de Grandes Compañías existente en un momento concreto. En los tiempos de la Herejía, la Legión se componía, como mínimo, de doce Compañías; no obstante, con la división generalizada de la Legión en pequeños destacamentos, es imposible asegurar cuál era su número exacto en ese momento.

De manera similar a muchas otras Legiones Traidoras, su organización actual difiere totalmente de cualquier estándar. Una Gran Compañía se divide a menudo en destacamentos menores liderados por paladines inferiores. Se ha observado una tendencia a operar en formaciones de un número múltiplo de tres, pero es necesario estudiar el asunto más a fondo para poder verificarlo. Los nuevos soldados son reclutados (voluntariamente o no) en Medrengard, donde cada Maestro Armero los selecciona periódicamente para su Gran Compañía y los somete a penosas pruebas para que demuestren su valía.

Los primeros Arrasadores de los que hay constancia en un ejército del Caos fueron los de los Guerreros de Hierro. Los Guerreros de Hierro, en raras ocasiones, han demostrado incluso su capacidad para «transformar» sus armas, pero en ningún caso han igualado la versatilidad de los Arrasadores.

Creencias
Los Guerreros de Hierro creen que el Emperador los utilizó para combatir en las batallas más violentas de su Cruzada y después dejó que sus Primarcas favoritos se llevaran toda la gloria. También creen que Rogal Dorn volvió Olimpia en su contra para que cayesen en desgracia y fueran relegados al olvido una vez cumplido su propósito. Desean la venganza contra ambos.

Se ven a sí mismos como titanes de antaño perdidos en el universo que son capaces de hacer lo que quieran, pues son conscientes de que ninguna ley natural ni hecha por los hombres puede detenerlos. Honoran el panteón de los Dioses del Caos, pero, estrictamente hablando, no son auténticos creyentes. Su mayor lealtad es para con Perturabo, ya que creen que este los salvó de ser sacrificados en nombre del falso emperador.

Semilla genética
Los Guerreros de Hierro son una Legión de la Primera Fundación y llevan la semilla genética de Perturabo. Desde que se convirtieron al Caos, se han visto sujetos a varios grados de mutación y se sabe que han reemplazado miembros mutados por miembros cibernéticos.

Tienen una notable tendencia a la sospecha y a la paranoia, pero también son extremadamente inteligentes y poseen unas habilidades innatas para resolver problemas.

Grito de guerra
Cántico monótono de «Hierro por dentro, hierro por fuera».

La Jaula de Hierro
El único triunfo real de Perturabo en los tiempos que siguieron a la Herejía fue el que lo encumbró a la categoría de Príncipe Demonio. Los Guerreros de Hierro habían estado muy cerca de abrir una brecha en las defensas del Palacio Imperial, pero vacilaron al conocer la muerte de Horus. Tras su huida, su imperio fue desmantelado por los Puños Imperiales de Rogal Dorn gracias a su aplastante superioridad numérica. Por ello, Perturabo preparó una trampa para el Primarca en el planeta Sebastus IV, donde mandó construir la singular «Fortaleza Eterna». En cuanto tuvo noticias de la fortaleza, Rogal Dorn declaró públicamente que los Puños Imperiales sacarían a rastras a Perturabo de su agujero y lo traerían de vuelta a la Tierra en una Jaula de Hierro. Roboute Guilliman ofreció su colaboración a Dorn; pero este, tal y como Perturabo había planeado, fue lo bastante arrogante como para llevar a cabo la misión en solitario.

Rogal Dorn esperaba una batalla honorable, pero no era esto lo que Perturabo tenía en mente. La Fortaleza Eterna no era otra cosa que una trampa tremendamente sofisticada. En su centro había una fortaleza amurallada rodeada por treinta y cinco kilómetros cuadrados de búnkeres, torres, campos de minas, trincheras, alambradas, trampas antitanque y reductos. Dispuestos en radios que partían del centro de la fortaleza formando una estrella de ocho puntas, había infinidad de túneles subterráneos que conectaban las fortificaciones de la superficie. Todas las entradas a la red subterránea estaban selladas y la propia fortaleza era una construcción decorativa sin valor real. La mayoría de fortificaciones se limitan a proteger algo cuando es necesario; la Fortaleza Eterna eran más de cien kilómetros cuadrados de terreno letal.

Perturabo y los Guerreros de Hierro aguardaron los primeros impactos del bombardeo orbital bajo la superficie. En cuanto comenzaron, respondieron a ellos con una serie de disparos desde unos silos alejados de la fortaleza. Los Puños Imperiales reaccionaron precipitadamente enviando al ataque contra los silos a sus tropas transportadas en Thunderhawks y, pronto, desembarcó el resto de la Legión en pleno para llevar a cabo un asalto a gran escala. En cuanto los Puños Imperiales iniciaron su ataque a los silos, Perturabo hizo explotar los almacenes de misiles. Miles de toneladas de escombros se esparcieron por la atmósfera de Sebastus interrumpiendo cualquier posible comunicación entre las tropas terrestres y su flota.

La explosión era la señal que esperaban los Guerreros de Hierro para atacar. La flota traidora no era más fuerte que la de los Puños Imperiales, pero las cañoneras Thunderhawk de la flota leal se encontraban en la superficie del planeta. Además, las naves del Caos contaban con muchos Guerreros de Hierro ansiosos por dirigir las naves de asalto. La flota de los Puños Imperiales intentó resistir, pero fue inexorablemente alejada de su posición. Después de algunas horas, los únicos objetivos atacados en el planeta eran coordenadas calculadas previamente por Perturabo.

Los Puños Imperiales, bajo el fuego que llegaba del espacio, procedieron a preparar su asalto y formaron un frente de cuatro compañías. Perturabo los vigilaba desde una torre de observación y empezó a destruirlos metódicamente. Primero, los campos de minas diezmaron sus filas; después, en cuanto los Puños Imperiales alcanzaron la primera hilera de fortificaciones, los Guerreros de Hierro emergieron de sus trincheras y abrieron fuego. Mientras las trincheras atraían la atención de los Marines leales, varias escuadras de Guerreros de Hierro equipados con granadas perforantes y bombas de fusión salieron de sus búnkers ocultos y atacaron los tanques que se habían detenido al lado de las fortificaciones. Los Puños Imperiales se dieron la vuelta para responder a aquella nueva amenaza y, durante varios minutos, fueron acribillados entre las trampas antitanque. Se reagruparon una vez más y efectuaron un movimiento de barrido para arrasar a los Guerreros de Hierro de las trincheras; no obstante, cuando llegaron, las encontraron vacías. La lucha prosiguió así: Perturabo eliminaba a los Puños Imperiales tanque por tanque y escuadra por escuadra. Rogal Dorn seguía convencido de que la victoria estaba al alcance de la mano, así que hizo avanzar a sus hombres. Perturabo replegó a algunos de sus defensores y dio orden de mantener la posición a otros: una estratagema que fracturó a los Puños Imperiales primero en compañías, después en escuadras. Al sexto día de combates, cada Marine luchaba prácticamente solo. Las tropas de Dorn se vieron obligadas a esconderse en el fango y a apilar los cadáveres de sus compañeros para tener algo de cobertura. Perturabo conservó la paciencia y dejó que Dorn corriera de trinchera en trinchera gritando su nombre y retándole a un combate personal, pues contaba con que la visión de la impotencia de su Primarca minaría la moral de los Puños Imperiales.

El asedio de la Fortaleza Eterna iba a durar tres semanas más todavía. Los Puños Imperiales habían penetrado en la zona letal y no tenían posibilidad de escapar. Aunque sus capitanes aconsejaron la retirada, Rogal Dorn no quiso dar la orden. Rechazó las evidencias que le mostraban sus ojos y siguió insistiendo en esa «última carga» o en que Perturabo se enfrentaría a él. Incapaces de abandonar a su Primarca, los Puños Imperiales se prepararon para morir con él.

Si Perturabo cometió algún error, fue el de recrearse demasiado en atormentar a sus enemigos. Podría haber acabado con los Puños Imperiales en cualquier momento, pero prefirió no hacerlo. Por fortuna para Rogal Dorn, Roboute Guilliman puso la seguridad del Imperio por delante del orgullo y llevó a los Ultramarines al rescate. La poderosa flota de los Ultramarines obligó a los Guerreros de Hierro a replegarse, mientras que sus Thunderhawks se zambullían entre las nubes de polvo para evacuar a los Puños Imperiales. Perturabo no tenía ningún deseo de luchar contra dos Capítulos y se concentró en evitar que los Puños Imperiales pudieran evacuar a sus muertos y heridos.

Rogal Dorn estaba deshecho. Tuvieron que pasar diecinueve años para que él y los Puños Imperiales pudieran volver a participar en una guerra. Dejaron a más de cuatrocientos Marines en la Fortaleza Eterna y los que sobrevivieron lo hicieron con horribles heridas.

La semilla genética capturada fue sacrificada a los Dioses Oscuros, que, a su vez, elevaron a Perturabo a la categoría de Príncipe Demonio. Uno de los insultos había sido vengado y, desde entonces, los Guerreros de Hierro solo han vivido para saldar cuentas con el cadáver encerrado en el Trono Dorado.

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