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Conclusión Campaña Tormenta del Caos

A medida que las huestes del Caos seguían avanzando hacia el Oeste, los hombres de Middenland y de Ostland resistían firmes frente al maligno ejército que se aproximaba. Haciendo gala de una gran disciplina y organización, efectuaron un enérgico repliegue, deteniéndose en los castillos y ciudades que encontraban en su ruta de retirada y abandonando los pueblos y las aldeas de menor capacidad defensiva.

Fueron los castillos altamente fortificados de la región los que sirvieron como mejores bastiones en contra de las hordas de Archaón. En Bohsenfels, los mercenarios al servicio del Conde von Raukov aguantaron contra la hueste de Tzeentch que los tenía asediados y su actuación servirá de ejemplo para todos los defensores del Imperio en las malas épocas que todavía están por venir. Defraudado por la poca diligencia de Melekh el Transformador, Archaón mató al paladín de Tzeentch como aviso para el resto de lugartenientes y Cyspeth, el hijo mutante de Melekh se hizo con el control del ejército de El que Cambia las Cosas.

El castillo Lenkster resistió firmemente muchos días contra el ejército de Feytor, el devoto de Nurgle, pero al final sus defensores fueron abatidos por una maligna pestilencia desatada por el Señor de la Descomposición. Por el contrario, el Fuerte Schippel resultó ser inexpugnable, de modo que Feytor se vio obligado a abandonar el asedio, lo que permitió a la guarnición del fuerte atacar y hostigar a las fuerzas de Nurgle en su marcha hacia el Oeste tras los pasos de Archaón.

Styrkaar, el bienamado de Slaanesh, arrasó por completo la ciudad de Kurst y luego Zundap, pero le costó muchos días ocupar Hergig, la capital de Hochland. A pesar de que logró conquistar las murallas gracias a sus aliados skavens, la aptitud del Conde Leudenhof le salió muy cara al paladín de Slaanesh, de modo que sus diezmadas fuerzas no llegaron a desempeñar un papel determinante en la guerra.

El ataque sorpresa contra Untergard efectuado por Khazrak el Tuerto sembró la confusión entre los defensores durante un tiempo, pero Archaón y sus seguidores no lograron aprovecharse de ello y llegar hasta donde estaban las monstruosas partidas de guerra del caudillo hombre bestia. Al final, Khazrak se vio obligado a retroceder a los bosques, donde siguió tendiendo emboscadas a los ejércitos de los defensores mientras estos se iban retirando hacia la Ciudad del Lobo Blanco.

El Gran Elegido fue hacia el Oeste siguiendo la Vieja Carretera del Bosque y en Krudenwald unió su ejército al de Haargroth el Sangriento. No obstante, sus ataques no fueron los únicos, ya que el kaudillo orco negro Grimgor Piel´ierro escogió aquel lugar para revelar sus planes, consistentes en asaltar Krudenwald para tratar de superar la ofensiva de Archaón. De momento, Grimgor se contentaría con demostrar que él era el más fuerte tratando de llegar primero hasta Middenheim. Be´lakor, el Señor Oscuro, también hizo su aparición en aquel momento a la cabeza de una enorme hueste demoníaca. Los tres estaban decididos a demostrar su superioridad frente al resto y estas luchas intestinas permitieron que Boris Todbringer y los demás defensores de Middenheim pudieran retirarse a la fortaleza.

Tras largas semanas de duros combates y con las tropas desangradas debido a la estoica defensa de Middenland, Archaón y sus lugartenientes lograron finalmente sitiar a la ciudad de Middenheim. Los primeros asaltos tuvieron éxito y los defensores tuvieron que efectuar contraataques para poder resistir en el camino este y el oeste.

Con todo, la llegada de los aliados kislevitas y bretonianos empezó inclinar la batalla a favor de los defensores. Al sufrir los ataques de estos ejércitos procedentes de los bosques y al verse bajo la presión de las salidas de los defensores de Middenheim, las fuerzas de los Dioses Oscuros fueron dispersándose poco a poco. Los ataques de Grimgor y sus kaudillos orcos terminaron de debilitar al ejército de Archaón y lo obligaron a retirarse hacia el Norte. Mientras tanto, las fuerzas de Karl Franz y Valten seguían acercándose con la intención de levantar el asedio.

Mientras las huestes de los hombres, Elfos, Enanos y demonios combatían por el control de Middenland, otro enemigo se ocupaba de sus intereses, oculto a los ojos de la mayoría. Los Skavens, siempre atentos a la posibilidad de aprovecharse de la debilidad del Imperio, habían trazado un plan diabólico. Bajo el nombre de Proyecto Dominación Total, los Trece Señores de la Descomposición unieron a los clanes guerreros más fuertes, y los clanes mayores olvidaron momentáneamente sus rencillas para cooperar en aquel maléfico plan.

El Clan Skryre construyó la Semiesfera de la Destrucción, un artefacto provisto de energía de piedra bruja que, según los ingenieros brujos declararon ante el Consejo, era capaz de destruir el Ulricsberg y la ciudad que se alzaba sobre la montaña. Sin que los comandantes de los ejércitos que avanzaban por Ostland y Middenland lo supieran, los Skavens estaban ampliando su imperio subterráneo con cada ataque. En Zundap ocuparon el molino de vapor abandonado y en Middenheim el sangriento combate les ofreció la cobertura ideal para infiltrarse en el Ulricsberg con la Semiesfera de la Destrucción. En el 62º día desde que las fuerzas de Archaón hubieran penetrado en el Imperio, las fuerzas de Karl Franz y Valten llegaron a Middenheim y entonces fue cuando empezó la verdadera batalla.

Día primero: Karl Franz ataca
Junto a Karl Franz cabalgaban dos de los mayores guerreros del Imperio: el Gran Mariscal de la Reiksgard, Kurt Helborg, y el paladín personal del Emperador, Ludwig Schwartzhelm. Helborg propuso atacar al ejército de Archaón lo antes posible para que no pudiera recuperarse del contraataque de los defensores de Middenheim. Al gran mariscal le preocupaba el hecho de que Archaón llegara a retirarse al Norte y hacia el Este y tal vez hasta el Torreón de Latón. Si eso llegaba a suceder, el Gran Elegido podría fortificar el castillo tras ocuparlo y contar con una plaza fuerte desde la que lanzar más ataques contra el Imperio. Karl Franz coincidió en esta opinión y le encargó a Helborg liderar el ejército hacia la victoria aquel mismo día.

Archaón se había retirado de la ciudad hasta quedar fuera del alcance de los cañones, cerca del pueblo de Sokh, y ahí es donde aguardó a la ofensiva de sus enemigos. Sabía que Valten y su denodado ejército de flagelantes y sacerdotes se encontraba no muy lejos hacia el Este, así que decidió destruir a las dos fuerzas principales enfrentándose a una después de la otra. Si dejaba que se unieran, se vería superado en número y acabaría siendo atacado por todos los flancos.

Y así fue como a primera hora de la tarde la Reiksgard encabezó la primera carga contra el ejército de Archaón. Contando con el apoyo de los disparos de los cañones, traspasaron el bombardeo mágico de los cañones infernales de los Enanos del Caos que había fuera de Sokh y atravesaron con ímpetu las partidas de guerra de Styrkaar. Al ver el peligro que suponía aquel ataque, Archaón contraatacó lanzándose no contra la Reiksgard, sino contra los regimientos de infantería que la seguían a la zaga. Mientras el Señor del Fin de los Tiempos acababa con cientos de soldados, Haargroth el Sangriento cortó la retirada de la Reiksgard. Tan solo la ágil mente de Helborg fue capaz de detectar la trampa en la que estaban cayendo y, así, prosiguió su ataque hasta atravesar por completo la horda de Styrkaar y se dirigió hacia el Norte para alejarse del combate.

A Archaón no le importó que el ejército del Imperio huyera porque sabía que estaría deshecho tras haberse topado con una reacción tal por parte de un enemigo al que suponía muy debilitado. Al día siguiente iría hacia el Este y atacaría a Valten en el camino.

Día segundo: la llegada de Valten
Pensando que Archaón seguiría acampado cerca de Sokh, Valten y Luthor Huss ordenaron a su ejército marchar hacia el Oeste. Sin embargo, poco después de las primeras luces del alba, cuando la muchedumbre de miles de hombres seguía alineándose en el camino, Archaón lanzó su ataque. Los rayos mágicos que lanzaron Cyspeth y su cábala de hechiceros recorrieron toda la Vieja Carretera del Bosque y un muro de fuego multicolor lo abrasó y lo transformó todo a su paso. Los caballos y los hombres se fundieron en uno solo y los árboles y las rocas se desenraizaron y cayeron girando vertiginosamente sobre el ejército de Sigmar creando mortíferos arco iris de fuego.

Al ver su ejército presa del pánico, Valten hizo lo mejor que sabía hacer: lanzarse al ataque. Desafiando a los peligrosos hechizos protegido por su armadura de gromril y por los encantamientos de Teclis, cargó directamente contra el centro de la hueste de Archaón. Tras él, Huss y los pocos sacerdotes que quedaban con vida comenzaron a combatir contra la magia arcana que habían desatado los paladines de Tzeentch.

Al principio parecía que Valten se había precipitado a una muerte segura, ya que había acometido contra todo un ejército él solo. Sin pararse a pensar en la retirada ni dudarlo ni un momento, cabalgó contra el corazón del ejército del Caos empuñando el ardiente Ghal Maraz. La partida de guerra del propio Archaón, los Espadas del Caos, avanzaron para interceptar al furioso avatar, pero el Martillo de Sigmar los derribó a todos y se dispersaron.

Tras los pasos del imperioso asalto de Valten acudieron las maníacas hordas de flagelantes dementes ignorando los rayos mágicos que estaban arrasando sus filas. Los sacerdotes de Sigmar combatían contra los rabiosos adoradores de Khorne y contra los putrefactos guerreros de Nurgle. El intermitente compás de las plegarias de batalla arremetió contra las fuerzas impías con la ardiente energía de la fe, mientras que la maligna magia del Caos hacía que hasta el mismo suelo escupiera enormes masas de gusanos carnívoros y que del cielo lloviera sangre abrasadora que calcinaba la carne.

En medio de toda aquella carnicería y de aquella tempestad mágica, Valten se fue abriendo paso hacia delante en busca de Archaón. No obstante, no lo consiguió, ya que en vez de encontrarse al Gran Elegido al mando del ejército se encontró a Kordel Shorgaar, el portador del estandarte de Archaón. Valten trató de golpear la cabeza del paladín del Caos con Ghal Maraz, pero el predilecto de los dioses empleó el estandarte de los Espadas del Caos para detener el impacto y la magia oscura que albergaba absorbió la energía del Martillo de Sigmar. Mientras el combate se desarrollaba a su alrededor, Valten no logró aprovechar el ímpetu de su ataque y Shorgaar huyó de la refriega para volver con su señor.

Al anochecer, logró por fin desbloquearse la Vieja Carretera del Bosque hasta las cercanías de Sokh. Miles de adoradores del Caos yacían sin vida a ambos lados del camino y su número rivalizaba con el de los cadáveres de los hombres que habían luchado junto a Valten. En la oscuridad, el titilar de las hogueras de los campamentos de los tres ejércitos era claramente visible para cada uno de ellos y, según Karl Franz, el campamento de Archaón parecía mucho más pequeño que el suyo. A la mañana siguiente, si los dioses lo permitían, aplastaría a Archaón y eliminaría su plaga del Imperio.

Día tercero: oscuros guerreros
Ansioso por ver terminada la batalla, Karl Franz ordenó a sus generales marchar hacia la hueste fuertemente diezmada de Archaón. Al avanzar, los cañones infernales volvieron a escupir sus proyectiles mágicos, pero sintiendo la cercana presencia del Emperador el ejército no vaciló en su avance.

Por el Este, Valten y sus guerreros, que ya solo sumaban unos pocos centenares, avanzaron también con el paladín de Sigmar al frente y Luthor Huss a su lado. Al ver la situación, Archaón ordenó apuntar los cañones infernales contra Valten y entonces empezó un feroz bombardeo que hizo temblar la tierra y que cubrió el cielo de humo de tintes mágicos. En lo más crudo de la descarga, Valten fue alcanzado por una infernal bola de energía que destripó a su noble caballo élfico y que lo arrojó a él por los aires. Con el rostro abrasado por fragmentos de gromril fundido y el pelo ennegrecido, Valten se alzó en medio del humeante cráter y siguió adelante a pie.

Hacia el Oeste, el mismo aire brillaba de poder sobrenatural y el cielo se revolvía y giraba violentamente como si una mano invisible lo estuviera torturando. En los bosques empezó a formarse una sombra que fue extendiéndose hasta llegar a Middenheim. Procedentes de aquel gran lago de oscuridad, se oían chirridos inhumanos y aullidos monstruosos. En aquel velo de sombras se veían ojos brillantes y un viento cálido transportaba crueles risotadas y maldiciones de pesadilla. Una oleada de terror se extendió entre las filas del ejército de Karl Franz en cuanto la hueste demoníaca se aproximó y una sombría silueta alada se elevó por los aires por encima de la legión infernal. Con las alas extendidas en toda su amplitud y su mano garruda extendida hacia el Emperador, Be´lakor ordenó avanzar a su legión, aislando así a Karl Franz de Archaón y dejando al ejército de Valten, que se encontraba en una abrumadora inferioridad numérica, a solas para enfrentarse al Gran Elegido.

Como si las tribulaciones del avatar de Sigmar no fueran suficientes, un nuevo enemigo arremetió contra sus pocos centenares de seguidores. Los guerreros pieles verdes salieron a la carga de los bosques del Sur por detrás de Valten y atacaron a su ejército. A su cabeza, Grimgor Piel´ierro eliminaba a docenas de hombres con cada golpe de Gitsnik. Ignorando aquella nueva amenaza, Valten y Huss reunieron a un puñado de guerreros y siguieron adelante adentrándose en el ejército de Archaón en un intento de enfrentarse al Gran Elegido.

Cuando la sombra de la legión demoníaca envolvió la armadura de Karl Franz, un haz de luz blanca irrumpió en aquel mar de tinieblas. Las relucientes espadas de trescientos maestros de la espada de Hoeth se alzaban y descendían formando arcos brillantes, atravesando formas inmateriales y destripando los cuerpos intangibles de sus infernales adversarios. A pesar de que luchaban con una destreza incomparable, eran pocos y cada uno que caía acababa recubierto de infinitas garras, colmillos y espadas demoníacas. Y en medio de todos ellos, dentro de un círculo formado por sus leales guerreros, se alzaba Teclis, el cual, después de beber todo el contenido de una redoma reluciente, desató todo su poder. Del suelo surgieron unas llamas de energía blanca que formaron una semiesfera alrededor del mago alto elfo. El fuego mágico, cuya brillantez era cegadora, fue extendiéndose en todas direcciones a partir de Teclis. Toda la zona se llenó con los alaridos de los demonios a medida que las llamas purificadoras los iban expulsando de vuelta al Reino del Caos. Por un instante, una oscura sombra permaneció en el lugar después de que las llamas hubieran desaparecido, una mancha de oscuridad apenas visible en el aire, hasta que incluso esta parpadeó y desapareció por completo. Todos los demonios habían desaparecido.

Mientras su ejército luchaba contra los Orcos, Valten volvió a lanzarse contra los Espadas del Caos en pos de Archaón. Esta vez su enemigo sí estaba ahí, montado a lomos del Corcel del Apocalipsis, alzándose imponente junto a sus guerreros. La partida de guerra de Archaón se apartó dejando paso a Valten para que pudiera llegar hasta el Señor del Fin de los Tiempos. El avatar de Sigmar soltó un rugido y se lanzó a la carga haciendo girar a Ghal Maraz en dirección a su enemigo. El martillo se estrelló contra el cuerpo mágico de la montura demoníaca de Archaón y esta explotó en un mar de humo y llamas, arrojando a Archaón contra el suelo.

Valten se abalanzó contra él para aprovechar la ventaja que le ofrecía la situación y alzó el Martillo de Sigmar por encima de su cabeza para asestarle el golpe de gracia. Un chirrido estremecedor atravesó el aire cuando Archaón arremetió con la Espada Matarreyes y desató el poder de U´zuhl. La espada atravesó la armadura de gromril de Valten y penetró sus entrañas. Valten, cuyo ataque tan solo había sido enlentecido, siguió adelante, pero la cabeza de Ghal Maraz se desvió ligeramente de su objetivo y arrancó una hombrera de la armadura de Archaón.

Tras ponerse en pie, el Señor del Fin de los Tiempos arrancó la Espada Matarreyes del abdomen de Valten y volvió a atacar, arrancándole la pechera que llevaba el cometa inscrito y haciéndole caer de espaldas. Entre la sangre de la profunda herida que había recibido, podía verse claramente la marca de nacimiento del pecho de Valten. Como atontado por la visión del cometa de doble cola grabado en la piel de Valten, Archaón dio un paso atrás con la Espada Matarreyes a un lado. Luthor Huss se abalanzó entonces contra el Gran Elegido y su martillo hizo saltar una lluvia de chispas de la armadura de Archaón. El potente golpe que le propinó en la cabeza hizo que Archaón perdiera el equilibrio y se quedó arrodillado sobre una pierna.

Huss no pudo asestarle un segundo golpe, ya que el Señor del Fin de los Tiempos levantó el escudo para detenerlo y le arrancó el martillo de las manos en el proceso. Profiriendo un aullido, el paladín del Caos apartó a Huss con violencia y el Profeta de Sigmar salió volando por los aires con los huesos destrozados. De repente, unos gritos guturales resonaron en torno al Señor del Fin de los Tiempos a los que poco después se unieron los gritos de sus guerreros. Tras volverse a poner en pie, Archaón se dio la vuelta y vio a otro individuo ante él.

Una frente de piel verde se estrelló contra el rostro del yelmo de Archaón nada más aparecer Grimgor. Tras él, sus machotez luchaban contra los guerreros fuertemente acorazados de los Espadas del Caos después de haberse abierto paso peleando a través de los seguidores de Valten hasta llegar al Gran Elegido. Dado que Middenheim ya estaba más allá del alcance de nadie, solo había una manera de que Grimgor pudiera demostrar su valía ante Gorko. Grimgor levantó a Gitsnik con ambas manos y la blandió por los aires hasta dejarla caer contra el escudo de Archaón, cortándole la parte inferior y lanzando al Gran Elegido hacia atrás.

La Espada Matarreyes volvió a relampaguear, pero Grimgor había previsto aquel contraataque y lo detuvo con la empuñadura de su hacha mágica. El kaudillo orco negro pisó con fuerza el brazo de Archaón y este dejó caer la espada demoníaca. Usando la parte plana de Gitsnik, Grimgor aporreó dos veces la cabeza de Archaón y luego plantó el hacha en la garganta del Gran Elegido. El Orco Negro miró hacia el cielo plomizo y vociferó: «¡Grimgor ez el mejor!».

Los Orcos profirieron un enorme berrido de júbilo, un cántico ensordecedor que entonaba el nombre de Grimgor y que se oía por encima del entrechocar de espadas y hachas. Grimgor alzó a Gitsnik por encima de la cabeza y volvió a rugir levantando el puño en el aire. Después de dejar claro su mensaje, el kaudillo se dirigió hacia el Sur con su horda salvaje y los rugidos con los que celebraron la victoria siguieron oyéndose mucho después de desaparecer de la vista.

Luthor Huss recuperó el sentido y volvió a montar en su caballo. Tras montar a Valten con él, se alejó de la refriega para apartar del combate el cuerpo inconsciente de su señor. Cabalgó al galope hasta Middenheim y llevó el cuerpo de Valten al altar de Shallya. A pesar de que sus propias heridas eran muy graves, no consintió que nadie se las atendiese hasta que alguien se hubiera ocupado de Valten. No fue hasta que la abadesa le prometió que Valten seguía vivo cuando Huss se permitió derrumbarse al suelo por la fatiga. Volkmar, que al llegar Huss se había levantado de su lecho de curación, llevó su cuerpo al altar principal.

En el exterior, las debilitadas fuerzas de Archaón se retiraron a Sokh dejando atrás los cañones infernales en espera de la desalentadora batalla que sin duda daría comienzo al día siguiente.